Padre Carreira: "Da vergüenza ajena de que Hopkins diga que de la nada pueda salir algo"
En un círculo de formación de universitarios hemos estudiado muchísimas veces acerca de las pruebas de la existencia de Dios y del origen “creacional” del universo.
La Iglesia: constructora de la civilización
Muchas veces se nos tacha a los católicos como destructores de la sociedad, como retrógrados o medievales: nos acusan de oponernos al progreso de los pueblos. ¡Ja! Y lo peor, es que muchos católicos terminan asumiendo tremendo complejo de inferioridad y pensando que pertenecen a la institución más horrenda de la historia, pidiendo “perdón por el pasado oscuro” y otras tonterías.
Iglesia "casta y prostituta": Una mentira a desmentir.
Adrián Cativelli publicaba en su blog, un poco indignado, que la Iglesia del Paraguay mostraba su cara de “Puta (sic), también, en miras a las miserias e ignominias de la abrumadora mayoría de sus miembros, incluidos muchos de aquellos que integraron e integran sus estructuras jerárquicas” al oponerse a la Ley contra la discriminación que se asomaba como una suerte de mordaza para no hablar ya acerca de ningún tema que pudiese molestar a los lobbyes de todo tipo.
Esta afirmación, tan inapropiada como demostrativa de su ignorancia supina, se debe a aquella frase -de verdad prostituída- según la cual muchos (sic) padres de la Iglesia, entre ellos San Agustín, supuestamente habrían sostenido que la Iglesia era “casta y prostituta”.
En el siguiente artículo publicado hace un tiempo por Sandro Magister desmiente esta idea de la propaganda progresista, aludiendo para eso al texto donde el mismo San Ambrosio utiliza la tan polémica frase.
No, señores. La Iglesia no es “santa y pecadora”. Ella es santa y tiene por misión conservar la santidad en el mundo. Santidad que debe ser resguardada aún a costas de los insultos y contradicciones de este mundo que rechazada a su mismo creador y a su enviado, Jesucristo.
Qué cosa extraña eso de ser católico
Me he puesto a pensar en eso de ser católico. Cosa extraña se ha vuelto. Rara conducta que merece ser estudiada.
Mis abuelos iban a misa todos los domingos y me decían que era pecado faltar una sola vez. «¡Tan importante debe ser ir a misa que hasta a Dios ofende si falto!» me decía. Y hasta tenía una ropa especial, no sea que yendo al más importante evento de la semana, con mala facha me presentara.
Pero hoy me dicen que lo que vale es lo de adentro, que la misa no importa tanto, sino solamente aquello que hacemos por el prójimo. Y pensar que los que aquello dicen, no sabe quién es el prójimo, y si lo encuentran solo se contentan con darle unos pesos de despedida. Eso sí, con todos los bombos y platillos que se tenga, porque «lo bueno, se debe dar a conocer».