Nuestra sociedad nos hace celebrar muchas cosas pero sin ningún sentido. En su afán de arrancar el sentido a todo, también quiere vaciar el sentido de la misma Navidad, que no puede ser otra cosa que la celebración del nacimiento de nuestro Redentor. Lo que celebramos entonces no puede ser otra cosa que nuestra misma redención. Una celebración navideña que olvida a Cristo, deja de tener su sentido propio y se convierte en una celebración mundana más.
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